• ¡Camino de la JMJ! Porque ser joven y cristiano no solo es posible, sino un privilegio y un regalo.

    ¡Camino de la JMJ! Porque ser joven y cristiano no solo es posible, sino un privilegio y un regalo.

    Estamos en camino, cada vez queda menos.

    Este segundo trimestre dedicaremos la formación a responder las grandes preguntas que traspasan el Corazón del ser humano. En concreto, el de los jóvenes.

    El sábado pasado salimos por las calles de Madrid a hacer encuestas a los grupos de jóvenes.

    Las preguntas fueron:

    1. ¿Dónde crees que es mayor la tasa de suicidio, en el 1er mundo o en el 3er mundo?
    1. ¿A qué crees que se debe?
    2. ¿Conoces alguna persona cercana a ti que haya intentado suicidarse?
    3. ¿Cuál crees que es la principal causa de suicidio en España?
    • Problemas personales / familiares.
    • Cuestiones laborales.
    • Soledad.
    • Relaciones afectivas.
    • Enfermedad.
    • Falta de sentido en la vida.

    5. ¿Qué crees que podría ayudarnos como sociedad, a cambiar esta tendencia?

    Fue una experiencia preciosa, que nos ayudó a vencer respetos humanos, y a iniciar conversaciones preciosas con jóvenes que a priori parecían muy lejos de la fe, pero que después, nos dimos cuenta de que llevaban las mismas preguntas en el corazón que nosotros.

    ¡Necesitamos formarnos, hacernos preguntas, y buscar respuestas. Y sobre todo, por encima de todo lo demás, tener un encuentro personal íntimo Contigo, Señor.

    Te encomendamos a tantos jóvenes que te buscan sin saberlo, y que te encontrarán en Lisboa este verano.
    La Milicia de tu Madre, como siempre, desea ser un instrumento, pobre pero entregado, a la extensión de tu Reino, especialmente entre los jóvenes.
    ¡Estamos en camino! ¿Te sumas?

  • 13 de mayo, Virgen de Fátima

    13 de mayo, Virgen de Fátima

    Este mes de mayo, en Milicia nos hemos propuesto que verdaderamente sea el mes de la Virgen.

    En lo grande, y en lo pequeño. Porque queremos ser todo tuyos, Madre. Tú nos acoges, nos transformas y nos envías.

    REDESCUBRIENDO EL AMOR A MARÍA COMO ALGO ESENCIAL DE NUESTRO CARISMA.

    El padre Morales entendía el amor a la Virgen no como una devoción piadosa, sino como mirar a la Madre Buena, tratando de descubrir en Ella las actitudes de todo discípulo del Señor.

    Ella, la mejor discípula, es para nosotros la mejor maestra. Y además, la recibimos como Madre a los pies de la cruz.

    No se puede ser auténtico cruzado, ni militante, sin estar enamorado plenamente de la Virgen.

    (P. Morales, SJ)

    En el último círculo compartimos cómo estábamos viviendo el inicio de mayo. En medio de exámenes, a las puertas de la EvAU, en el final de la liga del equipo de fútbol…, en medio de todo esto, está siendo precioso cómo cada uno trata de regalarle a María flores, obsequios de amor, que transformen los quehaceres en misión, en ofrenda, en reparación. ¿Qué nos está ayudando?

    • Las flores a María
    • Ofrecimiento de obras
    • Cantar canciones a María (en la ducha o por la calle)
    • Rosario a la Virgen
    • 3 avemarías antes de dormir
    • Buenas acciones ofrecidas

    Algún militante compartía sus dificultades para rezar el rosario: ¿es necesario estar siempre concentrado o sin distraerse?

    A la Virgen le gusta el tiempo que le dedicamos, somo humanos y nos podemos distraer. Lo que Ella espera de nosotros es esa fidelidad oculta, aunque a veces sea despistada. Ella nos pidió rezarlo un 13 de mayo en Fátima. Se lo pidió a unos humildes pastorcillos. Nos lo pide hoy a nosotros.

    La Virgen está poniendo en marcha esta Cruzada-Milicia suya, para hacer realidad el mensaje que en Fátima nos anunció. Quería encontrar almas que, como las de aquellos niños, se ofreciesen a entregar sus vidas, en holocausto de amor, por la salvación del mundo. ‘¿Queréis ofreceros —preguntó a los pastorcillos— por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados que se cometen contra mi Inmaculado Corazón?’ ‘Sí, queremos’, fue la respuesta. Y Ella añadió lo mismo que ahora os repite a vosotros: ‘Entonces tendréis que sufrir mucho, pero no tengáis miedo. La gracia de Dios os asistirá y mi Corazón será vuestro refugio y camino hacia Dios’».

    ¿Por dónde empezar? Por…

    • Hacer bien lo que hemos de hacer.
    • Una confesión más intensa.
    • Apostolado.
    • Ofrecer tiempo con la familia.
    • Rezar el rosario.
    • Misa de santa María (sábado por la mañana).
    • Ofrecer los estudios a María.
    • Cantar a María.
    • Hablar de la Milicia con nuestros amigos.
    • Ofrecer algún sacrificio voluntario a María.
    • Rezar en familia.
    • Tener más presente a la Virgen.
    • Visitar al Señor en el sagrario.
  • ¡Merece la Pena! #Summer Camp’18

    ¡Merece la Pena! #Summer Camp’18

    ¿Qué es el campamento para mí? Impresiones del Campamento 2017.

    Yo lo describiría en una palabra: Felicidad. Voy a ser sincero,  yo llegué aquí nuevo sin tener ni idea de nada y no me apetecía mucho venir. Pero una vez llegas aquí, ves que es un lugar distinto. Todas las asambleas, charlas, juegos, ratos de oración… la verdad que me han ayudado muchísimo. Además de todos valores que día a día nos enseñan para intentar parecernos cada vez más a Cristo.

    Por otro lado, el ambiente que aquí se respira, la compañía de los amigos que haces y la de la Virgen, te incitan a cambiar. Así vuelvo yo a Pamplona, cambiado y renovado; y feliz por todo lo vivido.

    Recordad, el campamento es solo el comienzo para comeros el curso. Esto para mí, acaba de empezar.

    Wico P. (Pamplona)

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    Para mí este Campamento de Santa María de la Montaña es un lugar en el que he aprendido muchas de las cosas que son muy importantes para el día a día como ser diligentes, constantes, cómo tratar a los demás, vencer la pereza, superarme subiendo cumbres y picos, reflexionar sobre uno mismo para conocer mis defectos y arreglarlos, así como mis virtudes y potenciarlas. Además este campamento me he acercado mucho a Dios y nuestra Madre, la virgen María de Gredos, a la que tanto he conseguido amar y que tanto me ha ayudado este campamento.

    También hemos realizado montones de actividades como bañarnos en una laguna, pozas, jugar al fútbol, hacer unas olimpiadas deportivas y lo más importante, subir al Circo de Gredos donde se vive el campamento de forma más intensa y emotiva.

    Juan Pablo D. (Madrid)

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    Este campamento no es un campamento cualquiera, es un campamento para la vida. La principal finalidad del mismo es preparar al joven (a nosotros) para el futuro.

    No importa de dónde vengas, cómo seas… Lo único importante es lo que eres. Este campamento te enseña a que lo más importante para la vida es no ser nada. Porque no siendo nada, consigues triunfar tanto para ti como para Dios.

    «Subir bajando» y «Hágase y Estar» son nuestros lemas. Ganar la santidad perdiendo todo. Así, durante el campamento, se te propone aspirar a la santidad como finalidad de la vida.

    Cada día (2-14 de julio) se propone un valor a cultivar. De esta manera, uno aprende a ser mejor persona. Sólo deseo que más personas tengan la oportunidad de conocer esto. «Madre Hágase, Madre Estar«

    Daniel R. (Madrid)

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  • Aprender a disfrutar

    Aprender a disfrutar

    Pocas veces sabemos escapar de la vorágine de la rutina. A veces, incluso, nos parece que la rutina diaria nos consume poco a poco. Los mismos horarios, la misma gente, las mismas caras en el metro… Podríamos decir que, en ocasiones, nos gustaría gritar con Mafalda aquello de “paren el mundo, que me bajo”. Es triste, sí, pero cierto, no sabemos disfrutar de lo que tenemos. No sabemos disfrutar de la realidad.

    Me atrevería a preguntarte qué es lo primero que haces cuando vas a algún sitio y te sientas en el metro o el tren. Pero creo que no me equivoco si afirmo que, de las primeras cosas que se te pasan por la cabeza, es echar mano al bolsillo para sacar el móvil. Acto seguido, procedes a su desbloqueo y miras si alguien te ha mandado un wásap o si tienes mensajes pendientes de contestar. Entonces, con la tranquilidad que da el tener un rato disponible sentado, te dispones a escribir a esas conversaciones.

    ¿Cuánta gente ves por las mañanas que se dedique a mirar el paisaje en el tren? ¿Y cuántos ves con el móvil? ¿Cuántos ves que vayan por la calle paseando tranquilamente? ¿Y cuántos van con los cascos puestos? ¿Cuántos ves en un parque que se sienten en un banco en silencio? ¿Y cuántos ves corriendo? Ojo, no es una crítica a escuchar música, a correr -que el deporte es muy sano- o a contestar mensajes -que es necesario-, pero me parece que, a veces, el universo digital, alimentado por nosotros mismos, consume nuestra capacidad de disfrutar de la realidad.

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    Y resulta, además, que no se trata sólo de nuestra propia obcecación cuadriculada sobre una pantalla durante un viaje. Sino que también es una responsabilidad sobre los otros que nos encontramos. Decía Fabrice Hadjad que «cuanto más conectada esté la gente al ciberespacio, más increíble, extraordinario y ultratecnológico les resultará encontrar a personas reales, aquí, ahora, justamente delante de ellos, hablándoles del misterio de su presencia común. La gran novedad, el gran milagro incluso, en un universo globalizado y pixelizado, es la proximidad física» (Hadjad F. 2016, Puesto que todo está en vías de destrucción, pp. 177). ¡Y qué poco aprovechamos esa novedad! ¿Cuántas conversaciones tienes al día -en persona, por supuesto- que merezcan la pena, de esas que se recuerdan? ¿Y cuántas por WhatsApp?

    No hay que asustarse, la tecnología existe y no sólo hemos de convivir con ella, sino que es un gran medio para poder hacer muchas cosas que, de no tenerla, serían imposibles. Pero también es cierto que muchas veces ese “cansancio patológico de la rutina”, que parece ser la pandemia de nuestro tiempo, está directamente relacionado con el tiempo que dedicamos a buscar intereses en el móvil e inversamente con el tiempo que dedicamos a cuidar a la gente que tenemos cerca.

    Atrevámonos a alzar la mirada, a descubrir que hay vida más allá del mensaje de ese amigo en el teléfono. Aprendamos a disfrutar del silencio, de los ratos sentados mirando el paisaje, del tiempo perdido en una conversación cara a cara, de hacerse preguntas absurdas mirando al infinito. Enseñemos a descubrir la belleza magnífica que nos rodea: las hojas de los árboles que caen, las flores que se abren en primavera, los niños que juegan en el parque que hay de camino a casa, el trinar de los pájaros por la mañana. El mundo a veces nos parece un desastre porque de él sólo contemplamos las noticias en el móvil, los mensajes en el WhatsApp y la música de YouTube. Sin embargo, hay mucho más, cada paso que das contemplas paisajes y personas, escuchas miríadas de sonidos, percibes la vida en su plenitud exuberante. Aprendamos a levantar los ojos de las pantallas y a disfrutar, así, de vez en cuando, de la realidad.

     

    «Son solo instantes»

    S.G. (20 años)

  • El ladrón del Cielo

    El ladrón del Cielo

    Durante la Semana Santa, hemos vivido un tiempo muy intenso y el más importante del año en que celebramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

    Sin embargo, me gustaría recalcar una figura de la Pasión que no es muy popular y en que no muchos se fijan: San Dimas. También conocido como el buen ladrón, es un personaje misterioso del que solo se sabe que fue crucificado al lado de Cristo y que, arrepentido, reconoció a Jesús como Dios pidiéndole que se acordara de él cuando estuviera en el paraíso.

    Hasta su nombre, Dimas, es una duda, ya que se le llama así por la tradición, pero no se sabe a ciencia cierta. A pesar de esto, está reconocido como santo por la Iglesia, siendo el único canonizado por Jesucristo mismo. ¡En aquella cruz!

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    Y no es poco merecido, ¿qué mejor santo puede haber que el que se arrepiente, reconoce su miseria, la acepta y se deja acoger por la misericordia de Dios? Además, por si fuera poco, no tiene una vida por detrás que corrobore grandes obras o que fuera seguidor de Jesús, de hecho, es posible que hubiera oído hablar de él, pero nada más. Y si estaba ahí crucificado es porque cometió algún delito grave como asesinato, robo o rebelión. Podemos decir, en nuestro lenguaje, que posiblemente era un terrorista.

    Sin embargo, a pesar de no conocer a Cristo solo le bastó mirarlo, contemplar su rostro desfigurado y especialmente dejarse amar por su mirada, esa mirada que transforma corazones y mueve lo más profundo del pecador. En ese instante, él se ve como un miserable que está ahí colgado justamente, pero… ¿qué ha hecho ese hombre para estar ahí? ¿Por qué muere y se deja tratar así siendo inocente? Presa de amor colmado por Jesús, pronuncia las famosas palabras reprochando al mal ladrón y luego dice: «Acuérdate de mí cuando estés en el Paraíso»… O lo que sería en otras palabras: Perdóname y llévame contigo. Yo cuelgo aquí pagando por mis actos, pero tú nada malo has hecho para merecer esto.

    Ante un corazón humillado como el de Dimas, Jesús se conmueve, lo mira con sus ojos llenos de misericordia y le dice: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso». Fin. Santo declarado de inmediato… ¿Increíble no? Solo fue necesario pedir perdón, arrepentido de verdad ante un Jesús fracasado, ultrajado y herido. Fue el consuelo cuando más lo necesitaba, y además: Dimas no hizo nada grande en su vida, es más, vivió como un pecador y bastó ir a recostar la cabeza en el pecho lastimado de Cristo crucificado para que este lo canonizase al instante.

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    Es por esto que pienso que es un modelo de santo muy bueno: la clave no es tener una gran vida, evangelizar por todo lo alto, organizar grandes proyectos o incluso rezar todos los días y hacer oración. Todo eso es importantísimo, pero al final lo único que Cristo pide es que te dejes amar por él y que vayas a sus brazos viéndote pecador y necesitado de él y el ejemplo más claro es ni más ni menos que San Dimas.

    San Dimas

    Malhechor crucificado junto con Cristo, que supo «robarle» en el último momento el cielo. Es el único Santo canonizado en vida.

  • ¡QUÉ POQUITA COSA!

    ¡QUÉ POQUITA COSA!

    Cuántas veces me veo sentado en el banco de la iglesia, después de misa o de mi rato de oración, intentando “apretar” y hacer una oración buena, esforzándome por convencerme a mí mismo de que voy a darme entero, esta vez sí, a tope. Esforzándome por darme cuenta realmente que al que tengo delante, o dentro de mí, es al mismo Dios, no sólo es un dios, ¡es Dios! Esforzándome por sentirle realmente, por caer en la cuenta de su presencia viva en mi interior, que nunca estoy solo. Pero nada, la cabeza me hace “¡pop!”, lo único que consigo es que la oración me agote mentalmente y sentirme un cateto cuando la vuelvo a liar después de haberle dicho que soy todo suyo. ¿Os pasa también? Esto puede acabar por llevarte a no disfrutar de la oración, a cansarte y convertir ese rato que debería ser de descanso, en un momento de frustración general. ¡Yo quiero sentir y estar cerca de Él, pero no hay forma! Como me canso mentalmente la cabeza se me va, me pongo a pensar en cuánto me queda para que se me acabe el tiempo de oración que había pensado, en qué podría estar haciendo que me urge mientras pierdo el tiempo aquí…, etc.

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    Esto nos puede llevar a acabar renunciando a la oración y convertirla en otra obligación más en mi lista de “Cosas que debo hacer hoy”, no en un rato entre amigos. Sin embargo, este sentimiento puede ser la clave para darle un backflip a la situación. Jesús dijo a san Luis rey de Francia: ‹‹ ¡Tú querrás orar como un santo, y yo te invito a orar como un pobre!››.

    Es normal que tengamos días de oración sabrosa y dulce, y otros que sean más áridos. No es problema, es oración igualmente, lo importante y que va tallando el corazón es la fidelidad a la oración. Sin embargo, estas dificultades que encontramos nos ayudan a darnos cuenta de nuestra pobreza, de que en realidad por nosotros mismos no podemos siquiera hacer un rato de oración decente; y esta pobreza nuestra nos lleva a la humildad. Y la humildad es el punto flaco de Dios. La humildad, unida a la esperanza, “obliga” al corazón de Dios, Él encuentra en ese corazón necesitado un lugar donde poder actuar abiertamente. Así que no nos apaguemos porque nuestra oración no nos haga levitar, ofrezcamos con humildad nuestro rato de oración, sabiendo que ni siquiera eso podemos hacerlo solos, sino que es Él quien toma la iniciativa.

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    A mí me ayuda entrar a la oración con el sentimiento en el corazón de: “Señor, vengo este rato a estar contigo porque necesito de ti. Salga como salga la oración, yo vengo a estar contigo porque quiero serte fiel”. Luego leo un texto o medito el evangelio, y dedico a la oración el tiempo que haya hablado con mi guía espiritual. Y si salgo de la iglesia igual que he entrado, entonces es que debe ser así. Ofrezco al Señor todo lo que puedo dar, de esta forma le doy todas las opciones para que Él tenga plena libertad para obrar en mí. ¿Hemos hablado ya con el guía espiritual entonces de cuánto tiempo sería el ideal para nosotros de oración?

    Santa Teresa de Jesús dijo: ‹‹Sabe el traidor que el alma que tenga con perseverancia oración la tiene perdida, y que todas las caídas que la hace dar la ayudan, por la bondad de Dios, a dar después mayor salto en lo que es su servicio››. Dice también Marthe Robin: ‹‹Quiero ser fiel, muy fiel a la oración cada día, a pesar de las sequedades, los aburrimientos, los disgustos que pueda tener… ¡a pesar de las palabras disuasorias, desanimantes y amenazantes que el demonio pueda repetirme!… En los días de turbación y grandes tormentos me diré: Dios lo quiere, mi vocación lo requiere, ¡eso me basta! Haré la oración, me quedaré todo el tiempo que me han prescrito en oración, haré lo mejor que pueda mi oración, y cuando llegue la hora de retirarme me atreveré a decir a Dios: Dios mío apenas he rezado, apenas he trabajado, poco he hecho, pero os he obedecido. He sufrido, pero os he mostrado que os quería y que quería amaros››.

    ¡Buah! ¿Tú también te mueres de ganas de volver a la capilla?

     

    D.D. (22 años)

  • Una mañana cualquiera…

    Una mañana cualquiera…

    Todo empieza en una mañana nublada un 9 de enero. Era día de inicio de exámenes finales y volvía, entre cansado y cabreado, de hacer el primer examen de una serie de cinco que me iba a llevar dos semanas de trabajo. En estas estaba, pensando en el metro en lo injustos que habían sido los profesores con el método de evaluación, cuando un hombre con una de esas sillas de ruedas eléctricas entra en el metro y me saluda.

    Yo no le conocía de nada, no nos habíamos visto nunca, y sin embargo el hombre se baja el cuello de la camiseta y, mostrando sobre el corazón un escudo tatuado con una calavera, me dice «yo fui legionario en el tercio D. Juan de Austria«. A mí de primeras me sorprende y, con ánimo de hacerme cercano a aquel hombre que parecía haber sufrido mucho, le pregunté ‘¿y qué le ocurrió a usted?‘.

    El hombre, un rostro sin nombre, da síntomas de no haberme oído pues se pone a buscar una foto en su teléfono móvil que acaba de sacar del bolsillo izquierdo. Y me la enseña. Es él, o al menos eso parece, con el uniforme de la Legión. Y me enseña otra en la que también aparece manejando un mortero de 81 mm en el desierto.

    El hombre, animado por mi atención, se pone a buscar en el teléfono otra foto en la que dice que sale desfilando con sus compañeros y, como no la encuentra y estamos llegando a Nuevos Ministerios, no hace más que repetir angustiado «no me da tiempo, no me da tiempo, no me da tiempo…» mientras pasa fotos.

    Efectivamente, este buen hombre legionario tenía razón, y no le dio tiempo. Se bajó y no pudo enseñarme esa foto que tanta ilusión le hacía. Me despidió con un «bueno, hijo, no me da tiempo, que tengas un buen día«, a lo que contesté con un educado ‘muchas gracias, usted también’.

    ¿Por qué refiero esta historia? En parte porque me hizo pensar. Teníais que haber visto esos ojos llenos de alegría con la ilusión de alguien que, por fin, le prestaba atención. De alguien para quien era importante durante unos minutos.

    ¡Cuántas veces nos cerramos en nosotros mismos! Yo iba a lo mío, a ‘mi bola’, en parte cansado y en parte enfadado, pensando que el próximo examen era lo más importante que tenía yo entre manos en los próximos dos días. Pensando en esa lenta tortura agonizante que son las semanas de exámenes… Pero había algo más, había vida más allá de mis preocupaciones. ¡Cuántas veces nos cegamos con nuestros problemas! A veces parece que el mundo, en lugar de girar alrededor del Sol, gira alrededor de un problema, de una persona, de un examen, de algo que nos preocupa y que nos ocupa. Pensando y dándole vueltas, día y noche, como el niño que cree que no podrá vivir si le quitan su juguete. Sin embargo, basta un rostro, alguien que te saluda sin conocerte, o conociéndote, para sacarte de ese ensimismamiento y que la Tierra vuelva a girar alrededor del Sol.

    Esto me lleva también a pensar cuántas veces alguien que necesitaba de mi atención, que necesitaba tener a alguien para quien sintiera que era importante, ha pasado a mi lado y yo estaba a lo mío, ocupado en “esa cosa” tan importante. Cuántas veces no habré negado, vilmente, una sonrisa a quien lo merecía porque “yo” estaba “ocupado”. Ruego que si el afectado me está leyendo, me disculpe. No lo hice adrede, nunca lo hago adrede, aunque a veces necesite una colleja para entrar en razones.

    Si ya lo decía el bueno de Aristóteles que, aunque no supiera de fármacos antileucémicos (que es de lo que iba el examencito de marras), sabía mucho del hombre: el ser humano es un ser social por naturaleza. Sin embargo, el homo faber lo ha convertido, entre obligaciones y problemas, en algo así como “el ser humano es un ser ocupado por naturaleza”. Y así nos va, que nos perdemos las estrellas mientras miramos -o pensamos- en lo feo que es el dedo.

    Samuel G. (Madrid)

  • Amar hasta que duela     #Amaqtedu

    Amar hasta que duela #Amaqtedu

    Comienza el 2018, y con él todos nuestros sueños, nuestros anhelos…la búsqueda de nuestra felicidad. Y nos podemos preguntar: ¿dónde está la felicidad?

    Amaqtedu «Ama hasta que te duela»

    Os presentamos a AMAQTEDU, un proyecto solidario que quiere construir un mundo mejor a partir del amor al arte y del arte de amar. ¡Amar siempre, hasta que duela!

    Una de sus fundadores nos muestra dónde está esa felicidad tan deseada por todos. Ahí va:

    Hola,

    Me llamo Elizabeth y quiero compartir con vosotros qué ha significado AMAQTEDU en mi vida….

    Creo que si tuviera que definir la palabra felicidad, lo haría a partir de nombres y apellidos… Para mí la felicidad es Felipe, es José Alberto, es Martin…, son todas esas personas que me regalan la oportunidad de “amar hasta que duela” y de ser feliz por ello.

    El amor tiene que doler, porque sino, no sería amor. A mí, me duele… Me duele el sufrimiento de quienes acompañamos, me duele no poder “hacer más” y lo que más me duele es no saber entregarme al 100% y vivir tan preocupada por mi vida: mis estudios, mi futuro… Creo, cada día con más certeza, que estar al lado de los que sufren es mi futuro, porque con ellos me siento plena, siento que puedo tocar el cielo y alcanzar cada una de las estrellas (ellos son mis estrellas).

    Ellos me sorprenden con sus historias, con su fuerza y con su sentimiento…, ellos me sorprenden con su belleza. Sus ojitos, sus manitas, su sonrisa…, son como el hogar de quien busca perdido en el mundo y encuentra un sitio cálido, familiar y acogedor donde  refugiarse. Ellos, sin exagerar, hacen que cada día me levante con el lema de: “voy a luchar”, porque es lo que yo les pido a ellos y sería falaz si yo no lo hiciera.

    Yo aconsejaría al mundo entero que se sumasen a la lucha de “amar hasta que duela”, que se sumasen a AMAQTEDU, un proyecto que recién empieza, pero que estoy segura que será imparable.

    Despido el año siendo yo misma: con mis miedos, mis preocupaciones, mis luchas…, y lo despido feliz gracias a AMAQTEDU y la alegría que da a mi vida el acompañar a los héroes ocultos de este mundo.

    Fuente: AMAQTEDU

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    En definitiva, «Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más»

    Santa Teresa de Calcuta